Nuevas generaciones

El cierre de un bar representa el fracaso de toda la sociedad. Como diría William Munny, es un acto despreciable, porque no sólo les quitas a los borrachos habituales todo lo que beben, les quitas todo lo que podrían llegar a beber. La culpa, como siempre, es de la juventud. Hoy en día los jóvenes no saben a qué agarrarse, no como nosotros que siempre teníamos una cerveza en la mano. Prefieren recluirse en locales con sofás raídos y consolas de última generación, conscientes de que tendrán que pasar no menos de 10 años para poder llamar “mi casa” a algo todavía peor que esas cochiqueras.

Deberíamos hacer un esfuerzo por tratar de entender sus puntos de vista, y con eso no me refiero a mirar con disimulo las tetas a la novia de tu hijo de 15 años. El “vive y deja vivir” ha dado paso al “bebe y olvídalo”, que a su vez ha sido relegado por el inocuo “bobo el que lo lea”. Algunos hábitos son saludables, procura no comenzar una frase con el famoso “yo a tu edad”, tu hijo no será el más listo de la clase, pero sí lo suficientemente avispado para saber que no perdiste la virginidad antes de los 25. También hay que evitar caer en las generalizaciones, no podemos decir que están todo el día fumando costo, porque también hay muchos que reniegan de ese hábito y prefieren la marihuana.

Si hace veinte años la mujer le decía al marido que estaba preocupada porque su hijo estaba todo el día metido en el internet, el padre salía a la calle enfurecido, preguntaba dónde quedaba ese bar y llevaba a su hijo a casa retorciéndole una oreja. Ahora es todo mucho más complicado. He visto a más de un padre derrumbarse ante mí, confesando saber que su hijo está en el cuarto de al lado descargándose discos de Pereza, sin poder hacer nada. Es impotencia pura lo que siento -solloza- ¡porque se piensa que eso es rock!

En realidad, me apiado de estos pobres chavales, porque sólo hay una cosa peor que pertenecer a una generación perdida, y es pertenecer a la generación Lost.