Rosebud

Vivo a menos de 500 metros de donde jugaba al escondite. Esto me impide idealizar Ítaca, por lo que tengo que recurrir a ciertos trucos para volver a sentirme en casa, seguro y alejado de las preocupaciones y obligaciones que conlleva la vida adulta.

Pasé gran parte del año 2012 buscando unas zapatillas de casa de cuadros, de las de toda la vida. Quise huir del caos que implica el destalonamiento, de las orejitas de conejo y de la cara de Homer Simpson. Buscaba un calzado cómodo, no provocar la carcajada de mi lavadora al leer esa frase en inglés tan ingeniosa. No quería centrarme en parecer, sino en ser.

Allá por noviembre del año pasado lo conseguí. Con unas zapatillas muy parecidas a las que llevo ahora pasé por momentos inovidables: la alegría de que te regalen un scalextric y la decepción de que nadie quiera jugar contigo, la creación de universos paralelos con piezas de nopper, esos inicios de la adolescencia en los que entre masturbación y masturbación sacabas tiempo para hacerte una paja. Esos son los pilares sobre los que se ha edificado la chabola que soy ahora. Quizás no me merezca un iPad, pero esto me lo he ganado.

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3 Respuestas

  1. Ander dice:

    Me has hecho sollozar. Yo siempre compro esas mismas zapatillas debajo de mi casa y este año, como primeras concesiones a la vejez, me he llevado un par que tenía por dentro una pelusilla acolchada invernal.

  2. esceptico dice:

    Estás jugando con fuego. Admito pelusilla, pero sólo de color blanco o amarillo. No vayamos a perder la cabeza.

  3. Ander dice:

    El primer día era blanca y olía a química que daba gusto. Ahora se va tornando negruzca y sigue oliendo a química, aunque más suave.

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