Subijana incendia los fogones
Juan Mari Arzak está dolido. Las palabras de su amigo Subi le han pillado de improviso. ¿Qué insinúa Pedro, que los cocineros que salen en la tamborrada no trabajan? Está triste porque sólo él sabe lo que ha tenido que pelear para llegar donde está. Se empeñó en montar un restaurante de lujo a pie de calle, acercando la gastronomía de calidad al pueblo para que hasta los que van en el bus de Beraun pudieran verlo, ¡en el bus de Beraun! Aguantando durante el festival de cine cómo el vandam de turno regaba con cocacola su Tótem de Tabú y Foie. Para que ahora este diga que Arzak se toca el nabo (nabo recogido por Juan Mari en persona de su propia huerta, por supuesto). Hasta los niños de teta saben que un restaurante con tres estrellas Michelín es deficitario, pero él escogió el camino duro de los pucheros y las cenas a deshoras. Podía haber ganado muchísimo dinero siendo escayolista o auxiliar de enfermería y sin embargo montó un negocio ruinoso que elevó a San Sebastián a los altares de la cocina. Si las cacerolas hablaran, Subi, si las cacerolas hablaran…