Bochornoso
Escribo mientras el calor artificial de una estufa halógena calienta mi oreja izquierda creándome una rara sensación. La mitad de mi cara arde y la otra se mantiene fría, me siento un personaje calóricamente complejo. Estos subidones de temperaura facial me han recordado a mi adolescencia, donde una de mis batallas perdidas era mi facilidad para ruborizarme.
Recuerdo que en una ocasión, bajando del instituto, vi el coche de mi padre circulando con un conductor desconocido. No podía ser, a esa hora mi padre tenía que estar en el trabajo y siempre se desplazaba en automóvil. El coche avanzaba despacio en mi dirección, yo me acerqué y lo paré gritando “¡Este coche es mío!” (como atenuante alegaré que el coche familiar había sido robado en dos ocasiones). El conductor abrió la ventanilla con cara de susto y en ese momento pude ver que vestía un buzo de mecánico. Me dijo además -para acabar del todo con mi sospecha- que estaba probando el auto porque mi padre lo había llevado a reparar al taller. Me quedé observando a aquel hombre entre boquidifuso y patiabierto, mientras mi cara entraba en modo ignición. Balbucí algo parecido a una disculpa y me alejé de allí lamentado haber sido valiente por una vez en mi vida.
Ahora ya no recuerdo la última vez que me ruboricé. He deseado durante mucho tiempo que llegara este día, en el que esa desagradable sensación estuviera prácticamente olvidada. Y ahora que lo he conseguido me da pena, como si hubiera perdido algo valioso, como si hubiera aprendido a camuflarme y una dosis de inocencia se hubiera ido para no volver jamás.
yo he pasado de sentir vergüenza por casi todo a que me de vergüenza ajena casi todo.
…y los negros, ¿se sonrojan?
Si Obama fuera blanco no habría aceptado el Nobel de la Paz. Imagínatelo rojo de vergüenza mientras pronuncia ese discursito, sabiendo él además que no merece el premio. La foto hubiera dado la vuelta al mundo.
Siempre puedes volver al ajedrez, a mí me consigue ruborizar fácilmente.
El hombre ígneo, eso sí que sería una terapia de choque.
Lo mío es aún peor: me abochorné en su día y me vuelvo a abochornar cada vez que lo recuerdo. Por eso, intento evitar ese tipo de recuerdos en público. Se me nota que estoy rojo, aunque nadie sepa por qué.
Jukebox, no nos puedes dejar así. Empieza con “Un amigo mío…” y nos hacemos los tontos.
No, no, si no era nada en concreto, sino a esas situaciones que te hacen sentir vergüenza propia. Así, en general. Era una abstracción. De hecho y por fortuna, ahora no me viene ninguna de esas situaciones a la cabeza.