Holocausto
He acabado de leer “El niño con el pijama de rayas“, un best-seller de John Boyne sobre dos niños que entablan amistad en Auschwitz, con la particularidad de que uno es el hijo del comandante del campo y el otro es judío. Como lectura adulta no me ha parecido nada del otro mundo, en cambio si lo englobamos como literatura juvenil, puede tener su utilidad como un primer contacto con el Holocausto.
Es curiosa la atracción que nos despierta el Holocausto nazi. Mi primera incursión en este tema fue con “El precio del paraíso. De un campo de exterminio al Amazonas“, es un libro de Manu Leguineche, donde cuenta las aventuras de un republicano español que pasó 5 años en Mauthausen.
Me parece muy recomendable porque nos aleja de la típica imagen de los nazis y los judíos. Vemos a un españolito que acaba de perder una guerra, llega a Francia para combatir a los alemanes y pierde otra guerra, acabando en un campo de concentración, marcado con el triángulo azul de los apátridas, trabajando 15 horas diarias en la tristemente famosa cantera de granito de Mauthausen.
Después es de obligada lectura la trilogía del italiano Primo Levi. “Si esto es un hombre“, el primero de los tres, es su libro más conocido, donde narra su paso por Auschwitch, con un repaso minucioso del día a día en el campo de exterminio. Después publicó “La tregua“, para mí extraordinario, donde escribe el peregrinar de él y sus compañeros de fatigas una vez que son liberados, hasta llegar a Italia, su tierra natal, casi un año después de salir del infierno. El tercer libro, “Los hundidos y los salvados” es una reflexión sobre su paso por el campo, amarga, descarnada y cargada de culpabilidad. Un ensayo nada benévolo con la raza humana.
Creo que nos atrae el Holocausto porque somos capaces de entenderlo. Creo que todos tenemos un pequeño nazi dentro, que nunca saldrá porque no se darán ese cúmulo de terribles casualidades en nuestra vida. Creo que poquísimos de nosotros, en el caso de ser ciudadanos alemanes durante el nazismo, hubiéramos obrado de forma diferente a como actuaron ellos. Hablo del ciudadano de a pie, el que miraba para otro lado y negaba la evidencia. Y creo que es positivo reconocerlo, saber que tenemos ese germen, esa semilla de maldad que podría nacer si se abonara y regara en sus justas cantidades. Reconocer eso nos puede mantener con la guardia alta, así como saber que aquello no pasó ni tan lejos ni hace tanto tiempo, y que de hecho está pasando ahora mismo, en otras proporciones, con otras características, probablemente más cerca de lo que te imaginas.

Yo creo que nos atrae el holocausto precisamente por lo contrario, “porque somos incapaces de entenderlo”; afortunadamente para nosotros. Todos tenemos un pequeño nazi dentro, sí es cierto, pero te olvidas de que también somos seres altruistas y bondadosos.
Saludos.
¡Bienvenida Susana!
Igual no me he explicado bien. Quiero decir que si reconoces que todos tenemos un nazi dentro, será porque de alguna manera puedes “entender” sus acciones.
No me olvido de que el “pequeño nazi” convive con el “pequeño altruista”, lo que ocurre es que como normalmente me levanto por la mañana escéptico y pesimista, me cuesta más ver la bondad que la mala baba.