El Ala Oeste de la Casa Blanca

Ayer vi el último episodio de la última temporada de la serie El Ala Oeste de la Casa Blanca. Siempre que veo el episodio final de una serie que me gusta mucho -me pasó con Los Soprano, con A dos metros bajo tierra y con Frasier- me queda una sensación de vacío, como una relación que se acaba, y que por mucho que quieras retomarla sabes que nunca volverá  a ser igual.

El estilo Aaron Sorkin -creador de la serie- no es apto para todos los públicos. Mucho diálogo, frases sin completar, un ritmo muy alto, hacen que debas tener un gran nivel de atención. No se recrean en explicarlo todo dos veces por si te has perdido algo. Tratan al espectador como a una persona inteligente, que suele ser lo que diferencia a las buenas series de todas las demás. Además, una serie en la que Rob Lowe parece un actor de verdad tiene que ser buena por narices.

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Al principio cuesta un poco creer que Martin Sheen, el mismo que hacía posturitas en el comienzo de Apocalipsis Now, sea presidente de los Estados Unidos, pero poco a poco te la van metiendo doblada. Tampoco cuadra del todo que todos sean inteligentísimos y siempre tengan un chiste brillante guardado en la manga, pero se entiende que si pusieran un plano fijo de una becaria haciendo fotocopias durante tres cuartos de hora, por muy real que fuera, no engancharía a nadie.

La credibilidad está en los detalles, y en eso son unos maestros. Incluso supieron salir del paso cuando uno de los actores protagonistas falleció inesperadamente durante la grabación de la última temporada. Y quizás en esta última temporada esté lo mejor de la serie, un cursillo “acelerado” (990 minutos) de cómo funciona el sistema electoral en Estados Unidos: las primarias de Iowa, las de New Hampshire, el súper martes, la importancia de las minorías, el voto negro, el latino, elegir un buen vicepresidente y el dinero, recaudar fondos, pedir dinero, volver a recaudar fondos, el voto femenino, renunciar o no a California, y volver a pedir dinero, mientras los directores de campaña pasan meses alimentándose con café y bollos mientras esperan al borde de un ataque de nervios los resultados del último sondeo.

Atención, párrafo con pequeño espoiler. Se da una circunstancia curiosa, esta última temporada, grabada en el 2005, enfrenta a un candidato demócrata hispano, joven y lleno de energía (el Víctor Cifuentes de La ley de los Ángeles) con un viejo republicano (el doctor Ojo de halcón Pierce en Mash). ¿Os suena de algo con lo que pasa al otro lado del charco?

No voy a desvelar nada más, en unos días sabremos si la realidad supera a la ficción. Yo pasaré unos meses difíciles mientras busco un sustituto, algo que dure 45 minutos, varias temporadas y que de vez en cuando me haga ver los títulos de crédito con un nudo en la garganta.

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