Los límites del humor
Han sido varias las ocasiones en las que me han hecho saber que había llegado demasiado lejos con una broma o comentario supuestamente gracioso. Eso me ha hecho ponerme serio y teorizar sobre los límites del humor, o por lo menos sobre dónde creo que están los míos.
Si en un grupo numeroso de personas alguien dice que ha comido alubias, en cuestión de segundos un individuo utilizará esa información para hacer una gracieta sobre pedos. A eso me refiero con LUGARES COMUNES, algo tan manido que no resulta humorístico. El humor en muchas ocasiones se basa en la sorpresa, en lo inesperado, y esto no tiene nada que ver con un lugar común. De la misma manera soy incapaz de disfrutar totalmente con los chistes, porque están pensados para que todo el mundo se ría de lo mismo en el mismo momento.
La CRUELDAD y la CERCANÍA EMOCIONAL a veces van unidas pero no son la misma cosa. Recuerdo chistes sobre Irene Villa o Miguel Ángel Blanco. Envasados al vacío podían ser buenos chistes, pero en la práctica provocaban asco y enfado. Aún así, en ciertos ambientes eran muy reídos, demostrando que lo que para unos es CRUELDAD para otros no. Esto guarda relación con la CERCANÍA EMOCIONAL. La cercanía puede estar determinada por la distancia física o temporal, así como por la implicación de cada uno en el tema en cuestión. El mismo día del atentado de las Torres Gemelas era difícil reírse del suceso, todavía estábamos afectados y sobrecogidos por las imágenes. Unos días más tarde empezaron a circular por la red viñetas y montajes fotográficos sobre el 11-S, y ya era más fácil que se te escapara la sonrisilla. De la misma manera, si somos españoles nos costará más reírnos de algo relacionado con el 11-M que con el 11-S, y si tenemos una novia tartamuda los chistes de Arévalo nos gustarán menos (si cabe).
La CRUELDAD está directamente relacionada con el humor negro, que si nos atenemos a lo políticamente correcto debería llamarse humor afroamericano o humor subsahariano. La CORRECCIÓN POLÍTICA evita que se transiten algunas fronteras donde cierto tipo de humor tiene su caldo de cultivo. Si no se pudieran hacer chistes sobre tetrapléjicos, enanos u homosexuales muchas cuadrillas masculinas se hubieran disuelto hace años. Para algunos, cualquier chiste sobre homosexuales entra dentro de LUGARES COMUNES, yo lo separo (para algo el blog es mío) y pongo el límite en la CHABACANERÍA, que viene a ser una gracia simplona y grosera, una utilización del caca-culo-pedo-pis sin más vueltas de tuerca. Esto enlaza con el límite de la ESTUPIDEZ, lo gracioso muy a menudo es una reinterpretación de la realidad, un ejercicio de autocrítica o una simple agudeza, todo ello imposible sin un mínimo de inteligencia.
La RIGIDEZ es el último de los límites y quizás el más difícil de explicar. Tiene que ver con la capacidad de ver las cosas con cierta perspectiva. Es una actitud ante la vida, un nosequé, un quéseyo. Ya me entendéis.
Estos son mis límites, si quieres añadir o quitar algún país lo comentas, lo consulto con la ONU y comenzamos el debate.
A mí el humor me recuerda a Checoslovaquia.
alfanje, Checoslovaquia limitaba con menos países que el humor.
Grande, este post. Añadiría, por decir algo, que hay otro limite en el CANSANCIO o cuando el humor deja de serlo porque se repite el chiste demasiadas veces, o porque hay demasiados chistes seguidos. Y también quiero añadir que si no es Checoslovaquia, entonces estamos hablando de condado de Treviño.
No no, es Checoslovaquia, a la fuerza. Ahí nació el humor de kafka-culo-pedo-pis.
Gran entrada. Entre la Crueldad y Lugares comunes tendría que existir un Andorra para los que somos aficionados a los chistes fuera de tiesto. Pretendes hacer humor blanco y te espera un funeral…
Shernan, es interesante lo que comentas. Hay ciertas repeticiones que acaban siendo lugares comunes (alubias y pedos), pero es cierto que hay buenos chistes que van perdiendo gracia a cada audición. En cualquier caso mucha gente ve ciertas películas o anuncios tropecientas veces y se ríen como la primera vez o casi. Yo sin ir más lejos he escuchado y visto muchas veces los mismos cortes y vídeos de Gila, Les Luthiers o Faemino y Cansado y me sigo riendo de lo mismo.
kid, cuanda hagas un chiste y nadie se ría prueba a decir que es humor checoslovaco. A mí me funcionó una vez.
El hombre ígneo, conozco tus chistes fuera de tiesto y a mí me hacen mucha gracia. El problema, creo yo, es que haces el mismo chiste tomando una cerveza con lo amigos que en el funeral de tu suegra 😉
¿Has estado escuchando a Wagner? Por que observo que el ‘humor’ ha ampliado esta noche su territorio, acercando sus fronteras a ‘Lugares comunes’.
En fin, los chistes se dividen en buenos y malos. En qué consisten unos y otros es un gran misterio.
jukebox, no es una foto, es una captura de satélite que se va actualizando.
Es cierto que hay chistes que te hacen gracia y otros que no, y a veces no sabes por qué. Para mí es más fácil intentar entender por qué no me hace gracia algo (eso es este mapa) que por qué algo es gracioso. En cualquier caso recalco que este mapa es personal.
Al escribir esta entrada he pensado en tu blog, porque de vez en cuando tocas temas que ofenden a cierta gente (alarde de Hondarribia, el taxista de Juana Chacho o un terrorista suicida en un avión) que creo que son ilustrativos para entender estos límites, y por qué hay algunos consensos sobre lo que no es humorístico.
¡Queremos una salida al mar para el humor!
Aaaah, ya entiendo lo del mapa. Estaré atento a la evolución.
Sí, jugar sobre la línea de cal tiene esas cosas, que a veces se te va el balón. Todo me produce perplejidad y no encuentro otra forma de acercarme que el presunto humor.
Siempre me acuerdo de Chaplin, que satirizó a Hitler en ‘El gran dictador’. no cuarenta años después, sino en 1940, o sea, en plena guerra. Como lo políticamente correcto es un invento muy viejo, parece ser que años después declaró que de haber sabido lo de los campos de exterminio -difícil porque en 1940 no existían- no la hubiera rodado. Pues mal, porque hubiéramos perdido una magna película y no hubiéramos ganado nada. Obviamente no soy Chaplin, pero el taxista en ciernes tampoco es Hitler.
De todo esto, descuento también a los que son adictos a la indignación, a los que les encanta mostrarse soliviantados y escandalizados, que también los hay.
Ander, es verdad que para llegar por tierra tienes que pasar por algunos países chungos, me imagino que la frontera con CERCANÍA EMOCIONAL será la más transitada.
jukebox, buen ejemplo el de Chaplin.
Según mi opinión, la mayoría de los indignados profesionales viven en RIGIDEZ.
De pequeño me obsesionaba Chaplin, y pensaba que Hitler era un vagabundo mudo que se comía sus botas al borde de un acantilado. Luego ya no.
y no olvidemos a Lubitsch y su “¡Heil yo mismo!”, o la mítica frase de Woody “tragedia+tiempo=comedia”.
Pero es checoslovaquia, fijo.
escëptico: lo sé. De los de Rigidez de toda la vida.
kid: no, el dictador vagabundo que se come las botas no es Hitler, sino Ahmanideyad.
kid a., Hitler en su juventud, cuando residió en Viena, vivió prácticamente como un mendigo. Ya de pequeño apuntabas maneras, una intuición especial.
“Ser o no ser”, algunas pelis de Woody y algunas otras de los Hermanos Marx parecen rodadas en Checoslovaquia.
Menos Sopa de Ganso, rodada en la República Independiente de Libertonia, que creo limita al norte con Chiquitistán.
Y al sur limita con Sylvania.
Bueno, para salir al mar nos obligas a contar un chiste de un marica tirándose pedos en la playa o de emigrantes que se ahogan en pateras.
Ander, estando en Humor empiezas a contar un chiste diciendo “Mamá, mamá, en el colegio me llaman homosexual.” y te deportan por la vía rápida a Corrección política, que tiene unas bonitas playas y unos bonitos playos.
No puede ser, me esperaba todo un país para “Mistetas”…
wasp, Mistetas es una población importante en Lugares Comunes, muy cerquita de Lepe.
Coño qué lio… creo que te has vuelto un abertzale sparatista. Humor es uno y grande. ¡Viva Humor! (y todas sus Autonomías). Por cierto, falta Murcia.
Murcia es una utopía.
Furcia es una putopía.
Ahí os veo, haciendo méritos para obtener una VPO en el país rojo.
Añoro las antiguas repúblicas de “Jaimito” y de “están un inglés, un francés y un español”. En cierto modo me recuerdan a los grandes imperios romano o prusiano. Lo abarcaron todo y ahora…
lazslo, el lobby de los jaimes ha conseguido que los chistes sobre ellos vayan desapareciendo, esto es algo que no han logrado los gangosos, los alcohólicos o los gays. Son astutos y están donde menos te lo esperas.
He observado, en mí y en los muy dolorosos temas que investigo, un uso sanador del humor. Por ejemplo, el grupo de chicos hijos e hijas de víctimas de la dictadura de Pinochet en Chile,caídos,detenidos desaprecidos,se auto denominan “Los Huerfanito” o “Los Huachos”…Mi actitud y la de mi hijo al ser diagnosticada mi hija con un sarcoma muy agresivo,fue las bromas del tipo :”qué debo vestir para el funeral”…respuesta de mi hijo: “depende de la estación del año”…Mi propia hija,con este cáncer maldito,hace bromas acerca de su pérdida de cabello…
Me parece, y de acuerdo con mi psico analista, que el humor actúa como mecanismo de defensa ante las situaciones extremas. Los chistes en los funerales ya son un lugar común…
Acá va uno que circuló al ser elegido Francisco como Papa,que a los latinoamericanos nos hace mucho sentido: “Francisco es tan modesto que desechó su primera opción de nombre,Jesús Segundo…”
Adriana, es cierto que el humor permite relativizar y desconectar, incluso en situaciones muy dramáticas.
Un saludo.
Ya hace tiempo de la publicación de este artículo, pero voy a opinar si me lo permitís.
Los chistes sobre situaciones en que la gente sufre o sobre condiciones que se estigmatizaron o se estigmatizan, como, por ejemplo, la homosexualidad, me parecen crueles en todos los casos. Dicen que los chistes ayudan a que ciertas condiciones sean aceptadas por la mayoría, pero yo no estoy de acuerdo; lo que se acepta es el abuso, y me voy a explicar. Por poner dos ejemplos, los chistes xenófobos, homófobos y machistas, precisamente por quitar hierro a según qué problemas, hacen que esos problemas no nos parezcan terribles y, por eso, no hacemos nada para remediarlos, y ya de por sí la gente hace poco para remediar las desgracias que no los tocan de cerca. Si los humoristas no entienden esto y siguen dando la tabarra con la maltrecha libertad de expresión, apaga y vámonos: vamos a convertirnos en una sociedad de bárbaros donde nadie entenderá que respetar al otro y hacerse cargo de su dolor es un límite al humor y a todo. Todos los derechos tienen límites, y el derecho a la libertad de expresión no es una excepción. Los chistes no delinquen, pero hay que jod… con algunos cómicos. Lo de hacer chistes con las niñas de Alcasser a mí siempre me pareció una burrada. Porque, por mucho que insistan, hay cosas que el tiempo no borra; sobre estas cosas no se puede hacer chistes. Esta libertad de expresión de la que muchos hablan es abominable, monstruosa y mentirosa: consiste en pasar por encima de todo y todos simplemente para echarse unas risas y luego poner la excusa de que los chistes no son delito.
Parece que el autor de este artículo afirma que el concepto de crueldad difiere en función de los grupos sociales, es decir, que un chiste puede ser cruel o no serlo en función de la sensibilidad. Parece decirnos que, al no ser la crueldad algo unívoco y absoluto, sino relativo y personal, hay que tolerar ciertos chistes. A mí esto de ir por ahí relativizando algunos conceptos me parece peligroso. Ya vivimos en una sociedad muy laxa en ciertos asuntos como para que, encima, demos alas a quienes quieren hacer su santa voluntad sin prestar atención a los otros. Porque la libertad deja de serlo cuando aplastamos a los demás para satisfacer nuestras demandas espurias de que los “límites” se derrumben. Sin límites, todo tiende a lo abominable. ¿Qué es el crimen sino la ausencia de límites? Aunque, claro, sin libertad, todo tiende a la tiranía, desde luego; se trata entonces de hallar un justo término medio.
Si relativizamos el concepto de crueldad, quizá haya tentaciones de relativizar otros conceptos como el concepto de justicia y que, por culpa de esta obsesión por relativizarlo todo, lleguemos a tolerar que, por poner un ejemplo, alguien afirme lo que afirmaba Calicles en el “Gorgias” de Platón, eso de que la única ley justa es la ley de la naturaleza, en virtud de la cual el fuerte domina al débil. Relativizar ciertos conceptos equivaldría aceptar ciertas formas de entender la realidad que a mí me espantan. Y, en ese caso, saldría el Calicles de turno a decir que él también merece respeto… Si la crueldad es relativa, quizá también lo sea el regimen político y los dictadorzuelos de turno o los aristócratas de toda laya pidan respeto para sus ideas…
Precisamente el repudiar ciertos chistes consiste en defender a quien sufre del gili.pollas que no se entera de cómo es el mundo. Porque estoy convencido de que muchos cómicos tienen algún tipo de problema para sentir ciertos sentimientos. y viven en burbujitas extrañas. Lo decía no sé quién en no sé qué artículo: para que haya chiste, hace falta cierta insensibilidad. Qué miedo me da la insensibilidad. Si eres insensible, no entiendes bien el mundo, y la consecuencia de ello no sólo es hacer chistes crueles, sino pasar de todo y no querer cambiar nada, porque, total, como no sientes nada, no tienes ningún problema. Ya de por sí nadie quiere cambiar nada, es verdad; pero no deberíamos tolerar a ciertos chistosos. Si la condena no puede ser jurídica, que sea social, pero que sea de verdad: hay que apartar a según qué tipo de chistosos. Ostracismo.
Luego está el asunto de que el humor se ha sobrevalorado en una sociedad que ansía la risa a todas horas; yo estoy de acuerdo con quienes opinan así. Son las consecuencias de la insistencia en que hay que disfrutar siempre. Pero no siempre es necesario hacer chistes y, desde luego, no siempre la risa es imprescindible para llevar una vida buena y placentera.
Sergio H, ante todo muchas gracias por tomarte la molestia de escribir de una manera tan extensa.
Esta entrada la escribí hace más de 7 años, y ten por seguro que hoy en día no la escribiría igual, ni siquiera haría el mismo dibujo.
Respecto a lo que comentas, he escuchado muchas veces que el humor no debe hacerse a costa de los débiles, desfavorecidos o marginados. Entiendo por dónde van los tiros, pero no lo comparto demasiado, de hecho los humoristas que más me gustan son los que caminan por ese borde sin caer en el mal gusto. No creo que nadie se escandalizara ni denunciara hace 40 años a Gila por sus chistes, y sus monólogos los hemos escuchado cientos de veces. Uno de los que más gracia me hacía era cuando contaba que vio como tres tipos estaban dando una paliza a un enano, Gila duda, “me meto, no me meto” y al final se mete, “cómo le dimos entre los cuatro”. Los tiempos cambian, es verdad, pero la corrección política funciona como un corsé que no me gusta en absoluto.
Al final, todos los humoristas que respeto a los que les han preguntado por los límites del humor han respondido más o menos que el límite está en el buen gusto. Tema complicado, coincidiremos, porque es algo demasiado subjetivo. Lo que sí tengo bastante claro es que ningún chiste, tuit o como quieras llamarlo merece multa, condena y mucho menos cárcel. Coincido en que la condena debería ser ignorar, porque muchas veces el ruido en redes sociales convierte en relevante un chiste que no le ha gustado a nadie.
Un saludo.
Escéptico:
Yo agradezco que me respondieras a pesar de que haya pasado tanto tiempo desde que publicaste la entrada.
Sé que a nadie le sobra el tiempo, así que, si no es mucha molestia, me gustaría que me contases qué opinas sobre la conjetura que hice en mi anterior comentario. La repito: yo creo que, lejos de contribuir a que ciertas condiciones —homosexualidad, algunas discapacidades, etcétera— se acepten, los chistes sobre ellas consiguen justo lo contrario, que se tolere el abuso. La razón es obvia: el humor banaliza la realidad o, como suele decirse, quita hierro a los problemas. No sé si me explico.
Un comentario breve sobre el buen gusto:
Sea lo que fuere el buen gusto, si depende de quien hace el chiste, es decir, si es un criterio subjetivo, entonces será imposible que rechacemos un chiste inadecuado. Porque el chistoso alegará que, como el buen gusto es subjetivo, entonces no hay nadie que pueda repudiar su chiste. ¿Cómo podremos convencerlo de lo contario si carecemos de un criterio objetivo, es decir, de un criterio que esté por encima de las subjetividades?
Con un chiste podemos hacer sufrir a gente que vive en circunstancias difíciles. ¿Qué derecho tiene el humorista a hacer sufrir a otra persona? Puedo aceptar que los humoristas no pretendan hacer sufrir; pero yo creo que es cabal pensar que ciertos chistes pueden ser terribles. Un niño juega con un cuchillo delante de su hermano, y resulta que le hace un corte. El niño se disculpa y dice que no pretendía hacer daño a su hermano: así es como se comportan algunos humoristas, como niños que no quieren hacer daño pero que, incapaces de entender que ciertas cosas infligen dolor, juegan con ellas y después aducen excusas pueriles.
Yo no entiendo el respeto al otro como un corsé, sino precisamente como el hacerse cargo de que, por desgracia, hay gente que sufre y que, en ciertos casos, es intolerable el humor; sólo se puede guardar un silencio respetuoso.
Un saludo.
Hola, Sergio.
No creo que un chiste sobre homosexuales allane el camino a la homofobia. Creo, eso sí, que cuando tratas de hacer humor sobre temas tan trillados como homosexuales, machismo, negros, enanos, etc. tienes que ser doble o triplemente ingenioso para no hacer algo chabacano y gratuitamente ofensivo. Es mucho más difícil que reírse del político de turno.
Respecto al buen gusto es imposible que nos pongamos de acuerdo, y ahí está la gracia del asunto. Hacer reír es un misterio, no hay recetas mágicas, algunos se escandalizan por chistes que para mí son infantiles y otros se parten con series de TV de mucha fama (la que se avecina y similares) que para mí son mucho más perjudiciales y casposas que un chiste de humor negro pasado de vueltas. Creo que falta capacidad de encaje y autocrítica, y también falta respetar que lo que a ti no te hace gracia merece indiferencia, pero no denuncia y persecución.
Un placer.
Escéptico:
Me gustaría que respondieras a una pregunta: ¿crees que se puede hacer chistes sobre el caso de las niñas de Alcasser?
Supongo que recordarás el caso. Y supongo que me dirás que sí se puede hacer. Pues bien, te hago otra pregunta: ¿cuál es el propósito de chistes así?
Creo que estás confundiendo las cosas: no se trata de respetar lo que a uno no le haga gracia, sino de que hay cosas que no tienen gracia, y da igual el ingenio o la sutileza del humorista. Nos pensamos que sólo las acciones causan sufrimiento, pero eso no es cierto. ¿Cómo se sentirán los padres de esas niñas cuando oigan chistes sobre sus hijas? ¿Tú crees que es justo que ellos sufran y que, después, el humorista pueda decir que hay que respetar lo que no nos hace gracia? ¿No ves en esto un comportamiento egoísta e insensible? ¿Por qué confundimos el egoísmo con la libertad de expresión? El humorista puede decir que no era su intención infligir sufrimiento, pero el hecho es que lo ha infligido. Precisamente la autocrítica del humorista consistiría en mi opinión en darse cuenta de que hay chistes que pueden causar dolor y que, por eso, no pueden hacerse.
El asunto que subyace es la malentendida libertad de expresión, que, precisamente por ser malentendida, se convierte en una pequeña tiranía, creo yo. Porque el chistoso no ha sufrido lo que sufrieron los padres de esas niñas; vive en su extraña burbujita.
Un saludo y gracias.
Se me olvidaba: yo no entiendo el buen gusto como un asunto “formal”, es decir, un asunto relacionado con la sutileza del humorista. Para mí es el objeto del chiste lo que lo invalida, porque no se pueden hacer chistes sobre ciertos asuntos, y da igual cómo de sutiles e ingeniosos sean esos chistes. El criterio para establecer el límite es el asunto.