Cherry Coke

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En mi nevera hay una Cherry Coke que nadie ha comprado. Apareció espontáneamente en la balda superior, desafiante. En casa estamos confundidos, recorremos las estancias con la mirada perdida, en silencio, chocando unos contra otros. No nos atrevemos a tocarla, temblamos solo de pensar en beberla.

Hoy me ha dado por pensar que ha sido cosa del Papa Francisco, que andará  haciendo currículum para su canonización. Milagritos de andar por casa, traslaciones de objetos, sanación de resfriados, menudencias. No vaya a ser que en su día grande y por falta de práctica, en vez de curar el cáncer a una monjita desahuciada le reconstruya el himen.

A falta de nuevas pistas la lata se quedará ahí, viendo a sus compañeros de balda entrar y salir, contemplando cómo las medias limas fallecen y el moho se apodera del bote de tomate. Deseándonos la muerte o el Alzheimer para que alguien libere sus burbujitas con aroma a cereza. La muy puta.

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