Evangelio según San Pánfilo
Aparecióseme entonces aquel al que llamaban Otegi-Wan Kenobi, vestido con una túnica nívea, y díjome:
-Me mantuvieron cautivo y reflexioné, trataron de pervertir mi cuerpo y mi alma pero les perdoné, y al acabar mi reclusión descubrí que era un hombre nuevo con una importante misión.
-Dígame, maestro, ¿le puedo ayudar en esa tarea?
-Oh, generoso discípulo, estaba ciego y vi la luz, una parte del mundo que parecía oculta se descubrió. La verdad me atravesó, me partió en canal, me inundó la vergüenza y después la dicha. Y comprendí.
-Cuénteme, maestro, comparta su sabiduría.
-¿Cómo iba a saber yo, amado discípulo, que los tiros en la nuca, los secuestros y los desmembramientos producidos por bombas pudieran causar hondo dolor? ¿Cómo me podía imaginar que los asesinatos de hombres, mujeres y niños generaran tanto sufrimiento en sus seres queridos?
-No se castigue, maestro, en aquel tiempo soportaba usted una gran responsabilidad sobre sus hombros.
-Ahora traigo una buena nueva, quiero que todo el mundo entienda que los que no piensan como nosotros también sienten y lloran como nosotros lo hacemos, que todos somos dignos de misericordia y que ninguna idea debe ser más fuerte que el vínculo que nos une y nos convierte en hermanos. Quiero que esa revelación crezca y se multiplique como los granos de trigo en tierra fecunda bajo el sol de primavera.
-¡Poeta!
-¡Militarra!