El brazo inútil del amor
Quince días antes del cumpleaños de la novia de Rodri, este viajó a Tailandia con la intención de darle una gran sorpresa. Nada más salir del aeropuerto buscó un médico de los que no pagan la cuota de autónomos y le ordenó amputarle el brazo inútil del amor, ese que tanto estorba cuando tratas de dormir abrazado a tu pareja. Tras dos semanas de recuperación en una habitación que en tiempos mejores fue un gallinero, atiborrado de calmantes y antibióticos, emprendió el regreso a casa.
La novia de Rodri esperaba en el aeropuerto su llegada. Era su cumpleaños, estaba ansiosa y expectante por ver de nuevo a su novio tras ese viaje de trabajo tan importante que había tenido que realizar. Añoraba sentirse protegida entre sus fuertes brazos, forjados en sus más de 3 horas diarias de gimnasio. Su profesión de chófer de autobús no le había impedido a Rodri practicar la halterofilia, una de sus grandes pasiones junto con la guitarra y las sombras chinescas. Se sentía muy afortunada, porque por encima de su trabajo y sus hobbys, Rodri destacaba por algo que la había enamorado desde la primera cita: una sensatez a prueba de bombas.
Es una historia preciosa pero quizá le falta el conflicto.
Ander, leí una vez que toda buena historia se basa en la pérdida, así que empezar con una amputación me pareció un chollo.
Eso es cierto. De hecho, empezaré mi autobiografía en el momento en que empiezo a recuperar la sensibilidad tras la operación de fimosis. Será difícil mantener la tensión el resto del libro.